Con la cercanía de la dramatización como argumento,
todo surge tras cortinas de humo descorchado.
Tropiezos y desgarros ensayados y sin gracia.
Por enésima vez todo vuelve a empezar
y la lana empieza a picar hasta debajo de los sesos.
Consumición con sumisión.
Degeneración con parsimonia y alevosía.
Cada presente envuelto en papel de estraza con un lazito rojo.
Y todas las llaves están en el mismo llavero.